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Fahridor™

La ciudad de Bludutherúm, erigida de forma independiente unos cien años después del Sismaterral, junto con la vasta zona rural de Aridhal y las bravas costas de Cos Drakhea, fueron el germen de lo que hoy se conoce como el reino de Fahridor. Un reino próspero, sustentado en la agricultura, la ganadería y la pesca, cuya abundancia era tal que llegó a producir alimentos suficientes para abastecer treinta veces a su propia población durante largos años.

De forma natural, el comercio y la producción de bienes se centralizaron en un pequeño asentamiento al oeste llamado Blodkhail, que servía como nexo vital entre Bludutherúm, Aridhal y Cos Drakhea. Con el tiempo, Blodkhail prosperó, atrayendo comerciantes y artesanos que lo convirtieron en un hervidero de actividad.

Fue entonces cuando Druhberg Hecothario, cabeza de la familia más rica de Fahridor y dueño de vastas extensiones de tierra y flotas pesqueras, decidió que aquel enclave se alzaría como el corazón del reino. Ordenó la construcción de un imponente castillo, transformando Blodkhail en la capital de Fahridor y consolidando su poder. Sin embargo, mientras Hecothario cimentaba su linaje y su monarquía, descuidó un aspecto crucial: la fuerza militar.

Fahridor se encontraba en una encrucijada peligrosa. Su riqueza y ubicación estratégica lo convertían en un blanco codiciado, y la historia de su trono estuvo marcada por la sangre de incontables reyes autoproclamados que llegaron con la ambición de someterlo a su voluntad.

El más infame de estos tiranos fue Narcisus Oliver Tarreghon, cuyo nombre quedó grabado en la memoria del pueblo como símbolo de opresión y desesperanza. Su llegada fue como una tormenta devastadora: sus embarcaciones surcaron las aguas de Fahridor con el propósito de someter sus tierras fértiles y su industria floreciente. En su despiadada conquista, arrasó aldeas, saqueó los graneros y redujo a los campesinos a meros esclavos, forzándolos a trabajar hasta la extenuación bajo la amenaza de crueles castigos.

Pero todo dominio tiene su ocaso.

La tiranía de Narcisus llegó a su fin el día en que un joven campesino, con lo que parecían poderes surgidos de un plano más allá de la comprensión mortal y sable doble legendario en sus manos, irrumpió en la sala del trono del Castillo de Fahridor. En un acto de valentía y furia contenida, acabó con la vida del tirano, decapitándolo ante los ojos atónitos de sus propios guardianes.

El pueblo, oprimido por años de sufrimiento, vio en aquel héroe inesperado la esperanza de un nuevo amanecer. Se alzó como su salvador y gobernante con la promesa de restaurar la grandeza de Fahridor, pero el destino rara vez concede victorias sin precio. Los poderes que le habían permitido derrocar al tirano ahora susurraban exigencias en la oscuridad. Exigían un pago en sangre y muerte, y el precio de ignorarlos podría desencadenar una catástrofe jamás vista en la historia del reino.

Viggo Von Tohrn

Marcus Von Tohrn y su esposa Élida Witerston vivían en las tierras que el padre de Marcus le había heredado en la zona rural de Terruthum al este de Fahridor, en las que sembraban, criaban ganado y trabajaban sin descanso.

En el seno de la familia nació Viggo, un niño de cabello pelirrojo, al igual que su madre, que con el paso del tiempo empezó a hacerse cargo de las tareas del campo y ayudar a sus padres con todo el trabajo.

Élida siempre fue apasionada por las leyendas e historias de misterios de Fahridor, las cuales le contaba a Viggo cada noche. La historia favorita de Viggo era la de Bludkut, un sable de doble hoja legendario que, según la leyenda, estaba maldito, pero podía darle un poder inimaginable y riquezas sin igual a quien se hiciera con él.

“...En el inicio de todo, donde lo que era vida hoy solo es piedra, yace guardado bajo cellos de oro, lo que un sacrificio requiere y poderes alberga...”.

“...La sangre del valiente, de quien todo lo ha perdido, lo liberará con fervor ardiente y su poder le será concedido...”.

“...Más no hay poder que sin costo se mantenga, los susurros pedirán cada día una ofrenda...”.

“...Ignorar al orador no demuestra inteligencia, no querrás que quien observa pueda perder la paciencia...”

Viggo siempre se sintió en resonancia con la leyenda de Bludkut, un poder inimaginable que podría sacarlo de la granja y darle a su familia lo que él sentía que ellos merecían. La historia llegó a obsesionarlo, quería saber si era cierta, aunque estaba casi seguro que de serlo, no estaría destinada para él, ya que, por más que su familia era humilde, él sentía tenerlo todo.

Las cosas cambiaron para los Von Tohrn cuando los barcos del tirano Tarreghon llegaron a las costas de Fahridor. Los lacayos de Tarreghon ocuparon sus tierras, arrasaron con sus reservas y comenzaron a torturarlos para que trabajaran día y noche.

Un día las cosas se salieron de control, Marcus, el padre de Viggo, logró distraer a los hombres de Tarreghon para que Viggo pudiera escapar en busca de libertad. Viggo logró huir, pero en cuanto se dieron cuenta de lo que había sucedido, sus padres fueron llevados a Blodkhail, la capital de Fahridor, para colgarlos públicamente por desobediencia a la autoridad.

Viggo, cegado por la ira, con todo perdido y queriendo salvar a sus padres, vagó por Fahridor durante días, robando caballos, comiendo lo que podía y sobreviviendo. Tenía un claro objetivo: si la leyenda de Bludkut era cierta, este era el momento de hacerse con ella.

Su hipótesis era que el sable estaba en las ruinas de Bludutherúm, lo que alguna vez fue una próspera ciudad, pero luego de la construcción de Blodkhail y la invasión del año 300, quedó olvidada, deshabitada y sin vida. Allí se dirigió como pudo, sin mirar atrás, buscando una señal, algo que le indicara que Bludkut era real y estaba ahí… hasta que una voz comenzó a sonar en su cabeza, al principio algo incomprensible y lejana, pero cuanto más cerca de Bludutherúm estaba, más intensa se volvía.

La voz lo fue guiando hasta lo que parecía ser el cementerio de Bludutherúm. La entrada a una cripta sin nombre llamó su atención, principalmente porque parecía que la voz en su cabeza provenía desde detrás de la puerta de esa cripta.

Al ingresar, se encontró con una serie de túneles que parecían interminables, bifurcaciones y confusiones constantes en el camino, pero la voz lo guiaba, él solo la seguía.

Llegó a lo que parecía la cámara principal de la cripta. Una tumba de ébano con detalles en oro reposaba en el centro de la habitación y un cuenco dorado con una daga ornamentada y oxidada se encontraban sobre esta. El olor putrefacto era intenso, la humedad y el moho se apoderaban de la habitación.

“Ahora es el momento, sangre por poder, poder por destrucción”.

Viggo no dudó un instante y cortó su mano con la daga para dejar caer su sangre en el cuenco. Incesantes golpes comenzaron a sonar desde dentro del ataúd, el piso de la cámara comenzó a inundarse de un líquido rojo y un intenso aroma metálico. La tapa del ataúd salió despedida y allí dentro, reposando, atrayendo la sangre que ahora emanaba de las paredes y el suelo de la habitación, estaba, espléndida, rojiza, como siempre la había imaginado y mejor: Bludkut.

Al agarrar el sable doble, el poder y energía que sintió corriendo por sus venas no tenía comparación. Sentía que podía destruirlo todo con tan solo pensarlo, y en lo único que pensaba era en ver a Tarreghon rendido a sus pies, pero en ese mismo momento, una nueva voz comenzó a sonar en su cabeza:

"Ahora tú me perteneces".

Luego de esas palabras, los recuerdos de Viggo son borrosos hasta el momento en el que, con una destreza y determinación sin par, se encontraba en la sala del trono del Castillo de Fahridor en Blodkhail, decapitando a Tarreghon sin siquiera esforzarse. Todos los sobrevivientes en el castillo que llegaron a presenciar tan sangriento espectáculo estaban completamente aterrorizados. Todo el castillo de Fahridor estaba bañado en sangre y repleto de muerte, una hazaña que solo un ejército de soldados entrenados podría lograr, fue conseguida por un solo hombre.

Viggo salió al balcón principal del castillo, llamando la atención de todos los ciudadanos de Blodkhail mientras sostenía la cabeza de Tarreghon en sus manos. No pudo salvar a sus padres, pero prometió a todo Fahridorés que reconstruiría y devolvería la gloria a Fahridor sin importar el costo, y que cada ciudadano de Fahridor sería libre desde ahora y para siempre mientras él estuviese al mando.

Desde ese momento, Viggo lleva como trofeo la calavera de Tarreghon, en la que grabó las iniciales del tirano con Bludkut, como recordatorio de la peor etapa de su vida, una alerta para sus enemigos y un faro de esperanza para el nuevo amanecer de Fahridor.

El pueblo lo apoyaba, todos estaban felices, pero algo nuevo atormentaba a Fahridor: los susurros de Bludkut se volvieron cada vez más intensos. Empezaba a pedir muerte y sangre, o catástrofes sin precedentes iban a ocurrir.

Viggo se encargó de formar un ejército completamente temerario en Fahridor, hombres y mujeres dispuestos a darlo todo por proteger su tierra y la libertad. Y así fue como desde ese momento Viggo Von Tohrn se encargó de defender Fahridor y, a su vez, sumido cada vez más en la locura y los susurros de Bludkut, comenzó a alimentar con los cadáveres de sus enemigos lo que hoy en Fahridor se conoce como “La Pila”. En ese mismo antiguo cementerio donde consiguió a Bludkut, en lo que alguna vez fue Bludutherúm, una pila de cadáveres crece y debe seguir creciendo día a día como ofrenda a Bludkut.

La historia original fue ideada, escrita y pertenece a ©Kingdom TCG™ al igual que todos los personajes mencionados. Posteriormente fue mejorada con el uso de ChatGPT para optimizar su claridad y fluidez, manteniendo la esencia original ideada por el autor.